miércoles, 14 de octubre de 2009

The “Little Warhols” Problem

Damien Hirst

Is the art world’s new mandate “Don’t Trust Anyone Under 50”? For collectors used to buying work by artists younger than the wines they’d serve, this week’s auctions offer slim pickings. Hardly any of the artists in the big evening sales of contemporary art at Sotheby’s and Christie’s were born after 1959. Instead, the big auctioneers (and some dealers) are packing this week with work by people (Calder, Cornell, Hofmann) right out of an art-history textbook.

Tobias Meyer, Sotheby’s gavel-wielding chief of contemporary art, says, “It is no accident that we focused on artists with longer careers” in choosing the lots this time. (Only six were born after 1959.) “We asked ourselves, ‘What artists haven’t been hyped up too much, haven’t had auction records?’ ” If significant works by some younger artists like Matthew Barney (age 42) or John Currin (46) had come up for sale, Sotheby’s would have taken them “in a second,” he says—but they didn’t. (That said, Sotheby’s slate, featuring a 1988 Kippenberger, is still “groovy,” he adds.)

Top dealers like PaceWildenstein and David Zwirner are going old school, too, showing Alex Katz and Alice Neel as collectors stream into town. Even Phillips de Pury, known for its support of young hot artists, has an auction featuring Baldessari, Judd, and Guston. The house had six Damien Hirsts in its evening sale last May, but none this time. Also MIA: Tom Friedman, Mark Bradford, and Hernan Bas. The downturn has doused collectors and dealers’ willingness to experiment, says private dealer Paul Quatrochi, who’s put his own holdings on the block recently, unsuccessfully.

Something much more subtle than a classic boom-bust cycle is going on. The art world is punishing the overly prolific, those artists who responded (in retrospect, perhaps too hastily) to stiff demand by upping supply. “There’s a winnowing,” says artnet.com critic Charlie Finch. Who was especially productive before the recession hit? Murakami and Hirst, still both under 50, get singled out by critics, as do Cecily Brown, Dana Schutz, and a host of contemporary Chinese artists. Artists whose work is plentiful or sells in editions—including many photographers—are now seeing softer numbers than those for painters like John Currin. While veterans like Cy Twombly and Bruce Nauman continued to work at the same pace, others did more work to meet the needs of galleries that had satellites or partners all over the world.

“Some artists participated in the boom by ramping up production. They set up studio factories, trying to be ‘Little Warhols’ and believing they had surpassed Warhol. But they were not better than Warhol,” says collector Ranbir Singh, who owns several Warhols, plus works by Louise Bourgeois and Currin’s Bea Arthur Naked. Now “the auction houses are underrepresenting all younger artists.” Meyer counters that there’s no age discrimination, they’re just missing works by some prolific artists who were heavily traded by speculators during the boom. “For an artist to become a commodity, he has to produce a lot of work, similar works of similar value,” so that they can “become currency.” With the market softer this season, the works for sale “don’t have a speculative element.”

Alexandra Peers
New York Magazine

viernes, 9 de octubre de 2009

‘El Escapista’ colombiano Por: Álvaro Corzo V. / Nueva York














Khalid al-Sharif, Jordi Ejarque, Gonzalo Zapater Vives, César Ortigosa Vera y David Iglesias Vieito. Cualquiera de estos nombres parecerían sacados de un cartel luminoso de la pantalla gigante. Sin embargo, lo único que tienen en común un jeque árabe, un corredor de bolsa catalán, un miembro de la curia de Asturias y un enternecedor huérfano es que todos provienen de la misma parte: la imaginación de Juan Carlos Guzmán Betancourt, un audaz timador de proporciones insospechadas. Este apuesto y carismático políglota, escapista, hombre de modales refinados y de mucho porte al vestir, no se parece en nada a aquel niño que nació en una humilde vivienda a 140 kilómetros de Cali, a las afueras de Roldanillo, Valle, en 1976.


En sus 16 años como estafador internacional, Guzmán Betancourt se convirtió en uno de los hombres más buscados en los 15 países donde su pericia y su sangre fría le permitieron realizar coreográficos y millonarios robos, que lo convirtieron en toda una leyenda en el mundo del hampa. Hoteles cinco estrellas en los centros financieros de todo el planeta se convirtieron para este audaz amigo de lo ajeno en su única fijación. Autoridades de Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Turquía, Canadá, Jordania, Egipto, México, Tailandia, Francia, Italia, Rusia, España y Hong Kong estiman que el botín que este colombiano hurtó sobrepasa el millón y medio de dólares.

Por esto no es de extrañar que los últimos años de este intrépido impostor hayan sido todo un juego de gatos y ratones con las autoridades transnacionales. Burlar los estrictos controles fronterizos encarnando sus elaborados personajes y amparado en sus más de 22 pasaportes falsos y sus 15 diferentes alias ha sido para el colombiano toda una aventura. Sin embargo, la maratónica fuga parece haber terminado el pasado lunes, después de que fuera capturado por una patrulla fronteriza en Vermont, Estados Unidos, cuando intentaba cruzar a desde suelo canadiense. Según los reportes policiales de los últimos seis meses, a Guzmán Betancourt se le señala como presunto responsable de sendos hurtos en prestigiosos hoteles de Toronto, Quebec y Montreal.

No obstante, quienes conocen su prontuario dicen que cualquier cosa puede suceder con el “escapista”, como lo llaman, pues el enigmático delincuente cinco estrellas ya ha hecho más que honor a este nombre. En 2004 logró escaparse de una prisión británica, luego de convencer al director del centro penitenciario de que lo trasladara de urgencias a un centro médico local para atender una emergencia odontológica que él mismo había simulado.

“Así es Guzmán Betancourt. Su encanto, carisma e inteligencia lo hacen capaz de vender cubos de hielo en el Ártico”, dijo en ese entonces Andy Swindells, detective inglés que lo había arrestado meses atrás por cuestiones del azar en una calle en Londres, cuando Guzmán Betancourt se pavoneaba muy orondo a las afueras del Ritz en el Berkely Square, luciendo un traje de Valentino y un reloj Franck Muller de 13 mil dólares, el último de estos sustraído de una caja fuerte de máxima seguridad durante la maratónica serie de robos al Mandarin Hotel, el Four Seasons y el Royal Garden, entre otros seis lujosos hoteles de la capital inglesa, donde según los reportes de Scotland Yard se llevó más de 75 mil dólares en joyas, 40 mil en efectivo y un sinnúmero de tarjetas de crédito.

Junio, 2005. Guzmán Betancourt entra al hotel Merrion en el centro de Dublín. Esta vez no viste un traje Hugo Boss o Armani como es su costumbre. Las cámaras de seguridad lo registran sin sospechar que ese personaje llevaría a cabo uno de sus robos insignias ante la mirada de todos. Se dirige al último piso de este hotel, uno de los más exclusivos del mundo —una noche ronda los tres millones de pesos colombianos—. Nada en su rutina es al azar. Su reloj marca las 9:30 de la mañana, hora en que religiosamente se lleva a cabo el servicio de limpieza en los cuartos. Al abordar a la aseadora del piso le solicita que le abra su habitación, pues según le cuenta extravió su llave. Como él mismo lo anticipa, ella le dice que no puede, pero usando su encanto, le tira el anzuelo.



Luego de escabullirse durante 16 años, el timador de Roldanillo Juan Carlos Guzmán Betancourt fue capturado en EE.UU. También lo buscaban en Canadá, Japón, México, Rusia y Tailandia, entre otros países.
Juan Carlos Guzmán
Foto: Archivo El Espectador
Juan Carlos Guzmán Betancourt, escoltado por un policía, el día del juicio por robo y estafa que le hicieron en Irlanda en 2005. Luego pasó a Oriente Medio. / Fotografía de Collins Dublin, tomada de www.dailymail.com.uk